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HISTORIA

LA LAGUNA GRAN HOTEL

En La Laguna Gran Hotel hemos intentado resaltar la huella que la historia ha ido dejando. Hubo un tiempo en que los molinos de grano en esta ciudad giraban con la fuerza de los arroyos de las montañas cercanas de Anaga. Molían el grano que dio el nombre original a la Calle del Agua, junto a la Plaza del Adelantado, frente al Palacio de Nava y Grimón.

En esta calle, se reunían de forma clandestina los tertulianos ilustrados de Nava (que se hacían llamar «Los Caballeritos»), a contrastar la actualidad política de una isla aún medio gobernada con los ideales de Rousseau y Voltaire, proscritos por la Santa Inquisición.

El dueño de esta casa Fernando de la Guerra y del Hoyo Solórzano, junto con José de Viera y Clavijo y otros hombres ilustres de su época, debatían el destino de la historia al tiempo que la construían desde sus posiciones de privilegio. Los muros de La Laguna Gran Hotel esconden numerosas historias y leyendas.

Tras haber sido el hogar de una familia acomodada de La Laguna, pasó a ser una escuela de maestros. Posteriormente, se convirtió en la sede de la Fábrica de Tabacos «Don Álvaro». Un lugar de culto para los amantes del tabaco y cuya fama traspasó fronteras llegando incluso a tener un punto de venta en «La Gran Manzana».

Actualmente, La Laguna Gran Hotel es el proyecto más especial de una familia donde se han unido tres generaciones para hacer, de este lugar, un rincón mágico y donde seguir creando historias. Uno de los rasgos más genuinos de la identidad canaria, el hecho de ser emigrantes o hijos de emigrantes a América procedentes de las islas más pequeñas de La Palma y El Hierro, une el camino de los tres últimos propietarios del edificio.